lunes, 20 de abril de 2015

LA "CREACIÓN DE EMPLEO" EN EL SECTOR NO ES ARGUMENTO PARA QUE LA SOCIEDAD TENGA QUE SER DISEÑADA A MEDIDA DE LOS INTERESES DE LA HOSTELERÍA RUIDOSA.

 Imaginemos una sociedad en la que se viese como normal que las calles y carreteras estuviesen llenas de enormes baches. Imaginemos que se inicia un movimiento social que demanda un asfaltado y un mantenimiento de calidad. Imaginemos que ciertos sectores ponen el grito en el cielo, argumentando que las chapisterías y los negocios de amortiguadores "mueven" la economía y generan mucho empleo.
 Obviamente se les diría que la sociedad tiene que ser diseñada en aras del Bien Común y no a medida de los intereses de ningún sector comercial concreto. Seguiría existiendo el sector de los talleres de reparación, lógicamente, pero dimensionado a su tamaño justo.
  La sociedad española actual parece diseñada a medida de los intereses de la hostelería. El ruido que genera el sector pisotea múltiples derechos fundamentales de las personas y la visibilización privilegiada del consumo de sus productos en espacio público institucionaliza ese consumo como si en vez de ser opcional fuese necesario y universal. Esa forma permanente y ubicua de publicidad del sector perjudica el desarrollo de otros sectores económicos,  e impide el desarrollo social, que necesita de sosiego, reflexión y visión a largo plazo, al convertir el mundo en un enorme bar en el que sólo cabe el ruidoso bullicio, la diversión alienante del alcohol y la satisfacción de apetencias básicas e inmediatas..

miércoles, 15 de abril de 2015

TAPONES O AURICULARES: SÍMBOLO DE LA DIFERENTE VALORACIÓN SOCIAL DEL RUIDO O DEL SILENCIO.

Una persona se coloca auriculares para oír música a cierto volumen mientras pasea por las aceras de la ciudad. No escucha muchos de los sonidos del entorno y debe tener cuidado al cruzar la calle pues no oye bien el ruido de los vehículos. Tampoco oye la llamada de un amigo, que debe tocarle en el brazo para que note su presencia. El paseante se quita los auriculares y le pide disculpas a ese amigo por no haberse percatado de su llamada por llevar auriculares. El amigo lo entiende perfectamente, e incluso lo aprueba. Escuchar música, sea de la clase que sea, está muy bien visto, aunque sea por la calle.

Una persona se coloca tapones en los oídos para no soportar tanto ruido urbano mientras pasea por las aceras de la ciudad. No escucha muchos de los sonidos del entorno y debe tener cuidado al cruzar la calle pues no oye bien  el ruido de los vehículos. Tampoco oye la llamada de un amigo, que debe tocarle el brazo para que note su presencia. El paseante se quita los tapones y le pide disculpas a ese amigo por no haberse percatado de su llamada por llevar tapones. El amigo hace una mueca y le dice que siempre fue una persona con manías  raras. Preferir el silencio al ruidoso bullicio lo hace a uno inmediatamente sospechoso de algo. Aunque sea ruido sin sentido. Y aunque el silencio pueda ser interpretado como una clase especialmente bella de música. O, si se prefiere, el silencio permite escuchar mejor nuestros propios pensamientos.

 Aunque ambas acciones, colocar auriculares o colocar tapones, producen un efecto similar, aislarse del del entorno, la primera parece "normal" y la segunda "rara". Quizás porque la primera conducta implica un consumo de productos comerciales  y gasto de dinero. La segunda lleva a un mayor grado de conocimiento de uno mismo y de reflexión interna, lo cual ciertamente está mucho peor visto socialmente y hasta parece peligroso.

jueves, 9 de abril de 2015

¿TIENEN NUESTROS POLÍTICOS LA OCULTA INTENCIÓN DE CONVERTIR LOS CASCOS ANTIGUOS DE NUESTRAS CIUDADES EN GHETTOS PARA SORDOS?

 Cada bar o  "pub" ruidoso es una especie de foco radiactivo que elimina la vida digna a su alrededor. No puede vivirse dignamente en su entorno y cada uno de esos locales  suele ser una célula cancerígena que devora las células sanas de su entorno y sólo genera nuevas células malignas como ella.  Los cascos históricos de muchas ciudades han sido atacados por ese cáncer. Sólo puede vivir (mejor dicho sobrevivir)  en esas condiciones una clase concreta de seres humanos: los sordos. Quizás nuestros gobernantes tienen el plan oculto de convertir las partes históricas de cada ciudad en un guetto para sordos.