viernes, 20 de febrero de 2015

EL SILENCIO FOMENTA EL CIVISMO. EL RUIDO, LO CONTRARIO.

Un adolescente sube a un autobús urbano desde cuyo techo suena el estúpido ruido musical que ha encendido el conductor a su gusto particular. Impone su escucha a los viajeros y molesta a muchos de ellos que intentan leer, trabajar en su ordenador portátil, descansar, pensar en sus asuntos o escuchar su propia música u otros contenidos de audio en sus propios auriculares. Una imposición arbitraria que no guarda relación con el servicio prestado. Una totalitaria "oferta que no se puede rechazar" . El ruido musical no solicitado viola además las ordenanzas antirruido al ser emitido en un espacio público, en un servicio público, aunque lo sea en régimen de concesión.
 El subconsciente del adolescente interpreta la presencia del ruido musical como un símbolo de "ambiente de bar"  y se sienta en una posición descuidada e irrespetuosa, colocando los pies en el asiento de adelante y encendiendo la música en su propio teléfono móvil, molestando todavía más a los viajeros. Entiende que no tiene menos derecho que el conductor a imponer a los demás su propia música y que puede comportarse con toda la desfachatez que se le antoje.

  En los países en los que está explícitamente prohibido que el conductor encienda la radio para no molestar, se viaja en un respetuoso silencio. El viajero puede leer, trabajar en su portátil, escuchar sus propios auriculares, descansar o dedicarse a sus propios pensamientos. El silencio es símbolo del respeto a los demás. En ese contexto de silencio y respeto, a ningún adolescente se le ocurre encender la música en su teléfono móvil sin auriculares, ni colocar los pies sobre el asiento delantero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario