viernes, 6 de febrero de 2015

¿QUIÉN TIENE QUE IRSE A VIVIR AL MONTE?


 En los conflictos derivados del ruido vecinal, los agresores acústicos suelen decir a sus víctimas que  vivir en ciudad supone sacrificios, y que si quieren silencio  "se vayan a vivir al monte". Efectivamente, el vivir en ciudad supone ciertos sacrificios que no habría que realizar de vivir en una casa aislada en el campo. Pero esos sacrificios deben ser justo los contrarios de los que  creen los agresores acústicos. Si una persona vive en una casa aislada puede llegar a ella de madrugada y hacer todo el ruido que quiera. Pero si vive en un apartamento y llega a él de madrugada tiene que sacrificarse y tratar de no hacer ruido, para no despertar al vecino. No es el vecino el que tiene que sacrificarse y estar dispuesto a soportar el tener que interrumpir su sueño por culpa del  ruidoso. Es al revés. Si a un energúmeno le apetece vociferar de noche, podría hacerlo sin problema  si se encontrase en medio del desierto. Pero si pasea por la calle de una ciudad tendrá que sacrificarse y reprimir el berrido para no molestar a quienes duermen en las viviendas próximas. No son esos vecinos los que tienen que transigir con ese comportamiento incívico para que el energúmeno se desahogue. Los ejemplos podrían repetirse hasta el infinito, pero la idea esencial es la misma. Vivir en ciudad exige, entre otros sacrificios, el aprender a vivir sin hacer ruido innecesario. Quien tiene que irse a vivir al monte no es quien no está dispuesto a soportar ese ruido evitable, sino quien no sabe vivir sin hacerlo. Porque para vivir en ciudad hay que ser "civilizado", término que precisamente deriva del  latín "civitas","ciudad".

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